«La Verónica» es una obra profundamente expresiva en la que Andrés de Santa María captura un momento crucial de la Pasión de Cristo. La escena representa el instante en que Verónica, movida por la compasión, enjuaga el rostro ensangrentado de Jesús mientras carga la cruz hacia el Calvario. A diferencia de las representaciones tradicionales, Santa María adopta un enfoque dramático y expresionista, caracterizado por el uso de una pincelada suelta y gruesa, que dota a la imagen de una energía cruda e inmediata. Los rostros de los personajes están delineados con un trazo áspero, resaltando el sufrimiento y la devoción. Elementos visuales clave: El rostro de Cristo aparece demacrado, con signos de dolor, sangre y fatiga, reforzando su sacrificio. Sus ojos, llenos de angustia, transmiten una sensación de resignación y entrega. La figura de Verónica, con un gesto de compasión y urgencia, sostiene el paño con el que limpia el rostro de Cristo. Su expresión refleja devoción y empatía. La paleta de colores es predominantemente oscura y terrosa, con tonos ocres, marrones y azules profundos, que refuerzan la atmósfera de sufrimiento y espiritualidad. La pincelada gruesa y texturizada añade dramatismo a la composición, un rasgo distintivo del expresionismo que Santa María incorporó en sus últimas obras. Interpretación y simbolismo La obra no solo representa un episodio bíblico, sino que también explora la condición humana a través del sufrimiento y la compasión. Santa María logra plasmar la intensidad emocional del momento, enfatizando el sacrificio de Cristo y la devoción de Verónica como una metáfora de la fe y la misericordia. Este cuadro es una muestra del interés del artista por el arte moderno y su alejamiento de los cánones académicos clásicos. Su tratamiento expresionista de la escena lo vincula con la tradición de artistas europeos como James Ensor o Edvard Munch, que exploraron el dolor y la espiritualidad a través de la deformación y la expresividad de la materia pictórica.